Atenea es la diosa de la sabiduría. La mitología griega le atribuye una serie de epítetos, a la que <<conoce todas las cosas verdaderamente>>, “da a la obra su belleza”, suya es “la causa formal, el arte en el artista”, por el que éste trabaja.
Hefesto es el herrero que produce obras maravillosas. Al igual que Atenea, se le define por aquel que es <<afamado por su arte, afamado por su oficio, afamado por su trabajo>>.
Ambos han nacido del mismo “padre, Zeus” y por ello, comparten una misma “naturaleza”. Ella es la mente de Dios y él es el noble vástago de la luz, y de ellos derivan los hombres su conocimiento de las artes. <<Hefesto, famoso por su arte, ayudado por Atenea, la de los ojos brillantes, enseñó obras gloriosas a los hombres de la tierra>> (Platón).
Eligieron juntos esta tierra nuestra como naturalmente adecuada para ser el hogar de la virtud y la sabiduría, y en ella establecieron como nativos del terreno a hombres buenos, y pusieron en sus mentes la estructura del arte. El artista, en posesión de su arte tiene dentro de él a la vez una sabiduría y un método, una ciencia y una pericia; capaz por igual de imaginación y de ejecución, es a la vez de la naturaleza de Atenea y de Hefesto: es Atenea quien inspira lo que Hefesto efectúa. El artista humano en posesión de su arte, es tal por participación en el poder creativo del Maestro Arquitecto. (A.K. Coomaraswamy)
En la producción de la obra de arte intervienen dos facultades, una imaginativa y libre, como es concebir una idea en una forma imitable, otra, operativa y al servicio de aquella, que será imitar este modelo invisible en cualquier material que es así “dado forma”.
<<Es a imitación de las formas divinas como se inventa aquí cualquier forma humana>>, el pintor “ha de poner en el muro lo que se ha visto en contemplación” (Plotino).
<<La obra de arte procede del artista según un modelo existente en la mente>> (San Buenaventura)
En este tipo de “imitación creativa” intervienen los dos héroes del mito, Atenea la causa formal y Hefesto la causa eficiente, la dualidad intrínseca en nosotros, nuestro Sí mismo espiritual a través del intelecto y nuestro Ego sensitivo a través de lo físico, la integración de la obra de arte dependerá de la medida en la que el Ego pueda y quiera servir al Sí mismo.
Manuel Alcázar
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